Nos dedicamos a hablar de ese temblor que llega con el “no sé”,
del instante previo a mostrar el alma, del susurro que no pide permiso, pero que se instala en las manos, en el pecho y en los gestos torpes de quien quiere decir: “¿Me ves?”.
Creemos en ir al interior, a lo íntimo, a lo invisible.
Porque cuando nos dejamos habitar por nosotros mismos, sin huir, algo adentro se ablanda y descubrimos que no estamos rotos, sino abiertos.
Aquí celebramos esa apertura, aquí aprendemos a quedarnos, a sostener el vértigo y a reconocer que la fragilidad no es caer, sino ir a la raíz.
Somos comunidad... comunidad de humanos que tiemblan, que encuentran en su inestabilidad el más profundo acto de libertad.
Somos INESTABLES, esa es nuestra naturaleza.

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